Medellín, la amada por muchos y vilipendiada por unos pocos,
acaba de realizar la octava edición de la Fiesta del libro.
Con una asistencia de 350.000 personas, la fiesta cumplió
con las expectativas que se había propuesto su director, el escritor Juan Diego
Mejía, y la secretaria de Cultura Ciudadana, María del Rosario Escobar.
Con una inversión de 2.000 millones de pesos, la fiesta se
realizó en el Jardín Botánico y el parque Explora; y con la participación de una
veintena de escritores nacionales e internacionales se tomó literalmente las
comunas más deprimidas de la ciudad.
¿Cuál es el secreto
del éxito de esta fiesta de la cultura?
Por una parte, la continuidad de una política cultural que
se inició con las alcaldías de Sergio Fajardo y Alonso Salazar y que continuó
con Aníbal Gaviria, el burgomaestre actual.
Por otra parte, su éxito reside en la filosofía que le ha
impreso Juan Diego Mejía y su equipo de colaboradores: ser una fiesta de la
palabra cuyo protagonista es el lector y su familia.
Al contrario de otras ferias que se han convertido solo en
espacios exclusivos de los grandes negocios editoriales, la Fiesta del libro de
Medellín está diseñada para que la familia tenga una relación directa con el
libro y su autor.
El recorrido comienza en el Salón del libro infantil y
juvenil donde los niños tienen una relación directa con su literatura. Luego
viene el Biblio-circo, un espacio lúdico y maravilloso que sirve para atraer a
aquellos lectores perezosos, escépticos con la lectura. Después tenemos el Salón
del libro digital, dedicado al lector virtual que prefiere leer un libro en un
dispositivo. Más adelante, está la exposición de los autores de la región
conectados con los escritores del país y el mundo.
Finalmente está el programa ‘Adopte un autor’, que en
coordinación con la Secretaría de Educación y el Plan de Bibliotecas públicas de
la ciudad, consiste en llevar al autor a los colegios de las comunas de la
ciudad, para que los jóvenes hablen con el escritor y compartan su experiencia
lectora.
La Fiesta del libro de Medellín es un buen ejemplo donde se
puede ver cómo a partir de la continuidad de una política cultural, una
inversión generosa, y una alianza entre lo público y lo privado, podemos hacer
de las ferias del libro, un espacio para la paz y la convivencia social.
La cultura del libro debe llegar hasta los barrios y comunas
de nuestras ciudades, que hoy están siendo asolados por las bandas
criminales.